Llevamos un tiempo trabajando en nuestro proyecto Zoom1t para detectar, prevenir y actuar sobre el bullying, ciberbullying y los abusos sexuales en las escuelas, antes de que se produzcan casos y la verdad es que cuanto más contacto tenemos con aquellos stakeholders del sistema que pueden trabajar este problema en primera línea, más entendemos porqué, a pesar de los datos que indican la existencia del mismo, de los cada vez más casos graves que se visibilizan en los medios y de los recursos destinados a solucionarlo, es un problema que crece cada día.
No es un hecho general, hay que decirlo, porque también nos hemos encontrado profesionales responsables y preocupados por el tema, conscientes de que cada vez aumentan los casos y que no existen herramientas para detectarlo, pero sí que existe una tendencia a evitar afrontar el problema cuando éste se halla cerca de nosotros (nuestro colegio, nuestra ciudad, nuestra comunidad…). Cuando eso ocurre, nuestra experiencia nos muestra tres niveles de respuesta:
- El primer nivel de respuesta es: “No tenemos ese problema”, “eso les pasa a otros” o la variante de “si hubiera lo sabría”, por tanto no necesito hacer nada o únicamente lo que está recomendado, es decir prevención pasiva o sensibilización, alguna charlita, películas….
Los datos publicados nos dicen que más de un 20% (tomando los más conservadores) de niños están sufriendo bullying ahora, es más, nuestros propios datos nos indican que existe un continuo de actividad desde un nivel bajo hasta muy alto (y por tanto con casos en marcha) y que pasar de uno a otro nivel es una cuestión de tiempo, por lo que o bien consideras que la actividad de bajo nivel no va a pasar de ahí (el clásico verbalizado o no de “son cosas de críos“) o no lo estás viendo y no lo verás nunca. La cuestión es que quieras o no eppur si muove y que al final, que no salgas en los periódicos va a ser cuestión de suerte no de trabajo.
- El segundo nivel de respuesta es: “Ya hacemos lo suficiente”; En este nivel, existen acciones más o menos planificadas y ejecutadas, se reconoce que existe un problema pero que lo que se hace es suficiente para contrarrestar el problema actual.
Un par de responsables de comunidades con los que contactamos, nos dijeron que ellos eran líderes en la innovación y en acción sobre el bullying, dos semanas después de la conversación, tuvieron un caso grave (pérdida de una vida, aparición en medios y las demandas consecuentes) luego otro y finalmente algunas informaciones publicadas aportan un nivel de actividad no descubierta, significativo. Lo que nos lleva a pensar, ¿Qué quiere decir “hacer lo suficiente”? ¿Es suficiente porque elimina o resuelve el problema? ¿Es suficiente porque dedico mucha actividad o recursos? La realidad dice que no es así, para ambas preguntas, además si queremos resolver el problema, buscaremos y probaremos las soluciones o acciones necesarias, especialmente si lo que hacemos se demuestra no efectivo al 100%. O estamos aplicando el “suficiente” cuando debemos aplicar “lo que sea necesario”.
- El tercer tipo y es el que consideramos más grave es: Ante un caso…”Seguimos el protocolo” o sea, el procedimiento diseñado para actuar ante casos que puede ir o no complementado por….: “Es un caso aislado”.
Lo consideramos más grave no solo porque en estos momentos existe un daño hacia personas (niños, padres….) sino porque a pesar de la evidencia manifiesta, tratamos de por un lado evitar la responsabilidad y por otro, tratamos de negar la existencia y por tanto la visibilidad, del problema y de la incapacidad de las soluciones previstas para prevenirlo.
¿Los procedimientos o protocolos eliminan la responsabilidad? Nuestros expertos legales, los abogados que se ocupan de estos casos y las sentencias una y otra vez dicen que no, la responsabilidad no está limitada por disponer de un procedimiento o protocolo, de hecho cuando dejamos a nuestros hijos en las escuelas éstas asumen la guarda legal de los menores y deben proceder con la “diligencia de un buen padre de familia” y responden, la mayor parte de los casos, por culpa “in vigilando”.
De hecho, los protocolos de actuación no son más que un conjunto de reglas de comunicación que rigen el intercambio de información entre diversos sistemas: padres, educativo, servicios sociales, policía… para cuando ocurre un caso, saber cómo proceder, a quién comunicar qué y de qué manera, y a veces sanciones o medidas correctivas a aplicar a los agresores, y ofrecen algunos recursos a los profesores…. pero no sirven para detectar ni mucho menos prevenir casos. Así que lo peor es cuando los involucrados en la protección de nuestros hijos argumentan que “ya hay un protocolo” como si eso fuera la panacea.
De hecho existen cada vez más demandas que pierden los centros, no solo en casos de bullying sino de abusos sexuales perpetrados por empleados de los centros y en cuanto a la responsabilidad e indemnizaciones asociadas, no solo el responsable directo se considera afectado por la indemnización, también el centro y la compañía de seguros que cubre su responsabilidad civil.
Lo peor de todo de esta respuesta es que si existe un caso, ¿el protocolo funciona? ¿Un mal protocolo es una razón válida? Si el protocolo es válido para un porcentaje de casos, ¿Cuál es el precio del no funcionamiento? ¿Diez casos, diez vidas? ¿Una vida, vale la pena al coste de una vida? Y si fuera tu hijo/a o tu hermana ¿Seguiría valiendo la pena?
Coincido en la valoración de este artículo. Cabe una reflexión seria y profunda del tema. Mi experiencia profesional de más de 20 años como educadora social es que muchos profesionales (la gran mayoría) no se implican y los que lo hacen o lo hacemos, estamos indefensos ante las consecuencias de las acciones que emprendemos para ayudar: o somos ‘héroes, villanos o locos’ en todos los casos con un alto precio emocional a pagar, al final poco agradecido y nada valorado. Mi experiencia es que los protocolos lejos de ser una ayuda real para quien los necesita es un gran obstáculo. Necesitamos profesionales más comprometidos con auténtica vocación de servicio. En las universidades no se invierte ni una hora en hablar de vocación, compromiso..en definitiva, de competencias personales. En reflexionar sobre ¿qué te mueve para trabajar en esta profesión? Y en los casos de maltrato sexual la situación es increíble. La premisa de ‘ojos que no ven’ es muy real. Hay mucho trabajo de conciencia que hacer. Artículos como este son de gran valentía y retratan muy bien la realidad.