Cada vez más el trabajo y la profesión, son ya algo más que un medio de vida puramente económico, son también una señal de referencia en el contexto social que acepta, clasifica y refleja el valor de cada uno de nosotros para los demás. Por tanto la pérdida del empleo, suele tener consecuencias sociales más allá del hecho económico mismo, dificultando acceso a temas que un simple trabajo permite acceder (hasta en algún caso, llegando a extremos ridículos), un caso especial de este tema, es la valoración de los que seleccionan sobre el que está desempleado,
convirtiéndose en candidato más atractivo alguien que trabaja respecto a alguien que no lo hace y sobre el que recaen todo tipo de suspicacias sobre los motivos de la salida.
Personalmente, uno se siente rechazado, culpable, rabioso y por encima de todo, indefenso ante una situación en la que, nada de lo que se pueda decir, va a cambiar el desenlace, que va a ser inevitablemente la salida. Implica también el fin de una realidad, de una historia y de un contexto de relación y marco grupal que ha sido la referencia de la persona durante un periodo de tiempo.
El tema es no menor, da vergüenza comentarlo con los amigos, no digamos la familia, ver la expresión de miedo en tu pareja, mientras trata de consolarte y decirte que no es nada y que todo se va a arreglar, no es algo baladí. Con el tiempo, el asunto pasa de ser una injusticia personal a convertirse en una lacra, en la que no se reconoce que uno de los trabajos más duros y no reconocidos de todos es ….buscar trabajo.
Más allá de la percepción del hecho y las implicaciones que tiene, todos los que hemos “sufrido” un despido sabemos, que aunque uno pueda llegar a pensar que puede ocurrir, siempre llega de modo inesperado y que lo que para la Organización (los responsables representantes
de la entidad en el despido) es un momento tenso y desagradable para la persona que lo sufre es demoledor.
También sabemos que no hay razón que valga para justificar un despido pero que esto no es razón para no dar ninguna, no explicar los motivos convierte en aún más injusto el hecho, independientemente de que lo sea o no.
La situación para el que es despedido, podríamos asimilarla, con el debido respeto y distancia, a la de las fases por las que transcurre un enfermo en caso de enfermedad terminal, descritas por la doctora Kubler-Ross (cosa que para el trabajador despedido, respecto a esa empresa, es realmente lo que es)
- Negación: esto no me está ocurriendo a mí, no lo entiendo, lo estoy haciendo bien, es injusto hay otros que lo hacen peor o lo mismo y no les pasa nada.
- Rabia: que puedo hacer para haceros pagar por esta injusticia, en esta fase suelen producirse consultas a comités de empresa, sindicatos, abogados….
- Negociación: puedo reincorporarme si cambio esto o aquello…puedo demostrar que soy útil, que están equivocados.
- Depresión: me siento rechazado, un inútil, no voy a encontrar algo como esto, que le digo a mi pareja…..
- Aceptación: finalmente hay que seguir adelante y olvidar.
El periodo que pasa desde la primera fase a la última es variable y depende de factores externos (tema judicial si este existe, dificultad para encontrar trabajo….), hay personas que superan con gran dificultad este momento. La buena noticia es que siempre se termina superando.
Dejaremos para otro momento establecer una mini guía de acción y los diferentes roles y casuística que uno encuentra en estas situaciones (por una parte y por la otra). Sólo nombrar una situación real que ilustra las anomalías con las que se gestiona este situación, en la que, un responsable que despide le dice al despedido cuando le está despidiendo, que lo que realmente le está haciendo al despedirlo, es un favor; que ahora no lo ve pero que apreciará con el tiempo…
Estamos convencidos que todos podríais explicar casos y experencias similares. Cuando Dante recogía en la Divina Comedia las diferentes tipologías de infierno y los condenados a los mismos, seguramente hubiera dedicado algún capítulo especial, para recoger este tipo de situación.
¿Convierte lo dicho hasta ahora al que despide en el malo y al despedido en el bueno de la historia? ¿Es el despido una herramienta injusta?. Creemos en SAND que la respuesta para ambas es que no, en cada caso participan una serie de factores y actores que imposibilitan las generalizaciones. En cada caso puede que haya de lo uno y de lo otro o sencillamente que la situación no sea susceptible de ser calificada.
Lo que si podemos decir es que hay buenas y malas prácticas, sobre una situación que aunque necesaria, nunca es vivida como un nuevo inicio sino como el fin de parte de la vida de una persona.
En la institución en la que trabajo acabamos de pasar un proceso en el que debimos prescindir de un buen grupo de personas. Los motivos han sido diversos y las reacciones de las personas que se fueron igual (al menos en el momento en que hablamos con ellas).
Comparto la opinión en que no es una situación fácil para el que comunica la decisión sobre todo cuando las personas han compartido mucho tiempo y tienes historias de vida implicadas en ello, sin embargo el que se va se enfrentará justamente a lo que el artículo menciona.
Algo importante que creo que debe tomarse en cuenta para amortiguar el peso de la carga social al ser despedido es que la institución (en los casos en que el despido no es por mal desempeño) brinde una carta para la persona explicando las razones que obligan a tomar la decisión de su salida y además una nota dirigida a futuros empleadores explicando igualmente el por qué ya no labora en la la institución y destacando sus principales cualidades y aportes durante su estancia en el trabajo.
Felicidades por este espacio.