La intervención social está de actualidad, y lo está hasta el punto de que es una de las pocas actividades empresariales, que dispone de líneas de financiación desde las organizaciones financieras y apoyo desde las instituciones y administraciones públicas. En estos momentos, desde el sector privado existen cada vez más opciones de intervención, sea desde la RSC  clásica, pasando por enfoques de valor compartido (entre la empresa y la comunidad donde actúa),  hasta llegar al último actor incorporado, el emprendedor social.

Pero, ¿son la misma cosa? ¿Actúan en y con la misma estrategia y motivación?, ¿Son las nuevas formas en que la sociedad regula la desigualdad? Si pudiéramos establecer un continuo (obviamente generalista, simplemente a efectos descriptivos) desde menor a mayor profundidad en la intervención, estableceríamos una jerarquía que va desde las empresas con RSC hasta las ONG y fundaciones.

El concepto subyacente al grueso de la actividad social, RSC, desde las organizaciones empresariales, es el de marketing positivo: en estos momentos es beneficioso como concepto de marketing e imagen de marca positiva, mostrar señales a los mercados de compromiso y actividad social. En efecto como en su momento era un valor positivo a nivel de imagen mostrar compromiso con el medio ambiente, en estos momentos lo es también disponer de unidades de RSC, planes de voluntariado corporativo, y etiquetas de socialmente responsable, que demuestren la vinculación social y no solo mercantil de las empresas. Sin embargo la implicación de la organización es, en el mejor de los casos, superficial más allá del efecto de imagen externa e interna.

Un nivel superior, lo dan las empresas de valor compartido y las cooperativas y emprendedores sociales. Aunque los diferencia el tamaño y el leiv motiv de su origen, ambos comparten que el aspecto social es parte de o es el negocio de la organización. En este caso, no es una unidad de la organización la que realiza actividades sociales sino que el componente social de intervención es parte de la estrategia de negocio de la organización, desde un punto de vista de Empresa o Multinacional o completa, desde el punto de vista de  una cooperativa o emprendedor de un negocio social. El paso más social desde el área mercantil son las cooperativas sociales, donde la finalidad es social y no existe ánimo de lucro inicial, pero la gestión es desde una perspectiva mercantil.

Quizá para la mayoría de personas que puedan leer este post, negocio social les pueda parecer que sea un oxímoron o que se pueda tener componentes de aprovechamiento de colectivos desfavorecidos en bien de unos pocos, o directamente una blasfemia. Sin embargo, la realidad es que no es así, que es posible conjugar ambos entornos, social y rentabilidad, en un mismo escenario sin que sea sospechoso o exista una relación no simétrica de beneficio.

¿Y las ONG? Siguiendo con el posicionamiento en esta línea, las ong estarían en el extremo opuesto del continuo a las empresas. Su actividad no requiere acción mercantil, se financian por aportaciones de terceros no vinculadas a su actividad, lo que en la teoría debería garantizar independencia y por tanto pueden atender a personas, grupos y países, donde la inversión económica no aportaría rentabilidad y por tanto, nadie (en algún caso ni la administración pública correspondiente) llega para actuar. Pero esa era la teoría, cuando nadie más  que las
organizaciones no lucrativas actuaba en acción social o en cooperación al  desarrollo. En la práctica como vemos, están dejando de ser los actores prioritarios de este escenario social o de cooperación. Y la insistencia en el amateurismo como valor, la en muchas ocasiones baja profesionalización en la gestión, las evaluaciones de impacto no relacionadas con los resultados y el progresivo alejamiento de la sociedad
civil, hacen que su eficacia pueda ser cuestionada por modelos más orientados a resultados.

¿Hay sitio para todos? Creemos que sí y que todos debemos aprender de los aciertos de los demás y que son necesarias las alianzas, las relaciones y las sinergias, porque al final no importa el modelo, sino el resultado de nuestra intervención sobre los beneficiarios.

En el acto de clausura del programa de emprendeduría social de Barcelona en la que participaban cargos de administración, financiadores, empresas y mundo académico, hubo pocas referencias a las organizaciones no gubernamentales y sí muchas a iniciar el cambio de la sociedad, cambio que siempre fue patrimonio del sector no lucrativo. Las ONG tienen un papel clave y como todos los sistemas, necesitan evolucionar y adaptarse al nuevo entorno, hacerse menos dependientes de las ideas (propias o de otros) y más de los resultados (no de los beneficios, que para eso ya existen otros modelos de actividad) y explorar opciones que puedan  funcionar, sin menoscabo de su misión.

El emprendedor social ha llegado como actor al ecosistema social, y ha llegado para quedarse.