Este lunes 16 de abril se celebró  el día internacional contra la esclavitud  infantil.

En este contexto, desde el ámbito laboral, existen cientos de programas y organizaciones muy especializadas luchando contra esta lacra, consiguiendo algunos éxitos pero sin ser capaces de lograr la erradicación en lugares donde todavía es aceptada y aceptable, y donde luchan incluso contra el rechazo y complicidad de las familias de los menores, para los que esta práctica, es una fuente, en el mejor de los casos, de ingreso económico ante la inexistencia de otras posibilidades de obtener recursos para la familia o en el peor de la desaparición de una carga familiar si de lo que hablamos es de la venta del menor.

Desde el punto de vista de la empresa, si analizamos los motivos principales para usar mano de obra infantil, los expertos citan el  ahorro de costes salariales (sea porque no se les paga lo que se pagaría a un adulto o por compra como esclavo), porque toleran peores condiciones laborales,  por la menor regulación legal existente al respecto (normalmente suele  existir normativas laborales pero no se regula la infancia en relación con el trabajo) y por la ductilidad y manejabilidad de los menores. Lo que nos lleva a menores costes operativos, mayor productividad o mejores precios y por tanto mayor competitividad lo que finalmente se traduce mayores márgenes de beneficio.  Para el empresario sin escrúpulos, es una actividad rentable.

¿Puede cambiar y dejar de serlo?,¿ Pueden las  empresas ser  agentes de cambio social? ¿Es posible que las empresas se impliquen y actúen a nivel social? Creemos que no sólo es posible, sino que sin su colaboración, va a ser mucho más largo y difícil conseguir mejoras sociales. Pero … y las empresas, ¿estarían dispuestas a hacerlo? También creemos que la respuesta es afirmativa, pero que debemos cambiar la manera en cómo vemos su papel, haciéndole transitar desde el mero financiador a convertirse en un agente de cambio con su actividad.

Eso implica que se puede hacer negocio con la intervención social  o al menos que ésta puede ser beneficiosa para el negocio. ¿Es lícito este enfoque? ¿ Es la intervención social sólo patrimonio de las ONG, debe limitarse el papel de las Empresas a la financiación sin preguntas?

Llegar desde las ong para obtener una vía de financiación o para pedir a las empresas que se impliquen o actúen frente a los retos sociales, sólo por el hecho de que estos retos existan, no va a hacer que eso ocurra. Las empresas tienen otras metas como objetivos, y consideran que son las ong las que deben asumir la intervención social y no van a financiarla salvo que aporte algo al proyecto empresarial.

Antes de la crisis, la mayoría de las acciones con una vinculación empresarial venían asociadas a efectos de imagen positiva o marketing con causa. Es necesario rebasar esta línea e integrar el concepto de responsabilidad social dentro de la estrategia de la organización. ¿Cómo hacerlo?

Desde  hace tiempo las grandes organizaciones saben de la inutilidad de la maximización de beneficios a costa de dejar tierra quemada tras de si, en lo que hace efecto a medioambiente, comunidades  o  uso de recursos (humanos, materias primas…). Proporciona beneficios a corto plazo y problemas de todo tipo (desde legales a corporativos) a medio y largo plazo, por lo que invertir en las comunidades , sea dónde se opera o clientes finales, con los que interactúan, es en estos momentos un objetivo deseable.

Ya existen y han existido relaciones entre ONG y Empresas, pero fundamentalmente basadas en actos de patrocinio a cambio de imagen. Debemos construir una nueva relación y uno de nuestros problemas es la elevada capacidad de abstracción y nivel conceptual que manejamos y  la alta carga ideológica de nuestras intervenciones, frente a la  racionalidad, pragmatismo  y eficiencia empresarial. Pero las empresas necesitan tangibles para actuar. Objetivos que llevan a resultados y medios para hacerlo efectivo. Para ello debemos cambiar nuestra manera de comunicarnos con las organizaciones empresariales. Debemos explicar a las empresas su rol, enseñar cómo participar de los cambios y facilitar tecnología para implantar y desarrollar la intervención.

Debemos a ayudarles a explicar a la sociedad y a sus cadenas de suministro que usar la explotación infantil para ganar en competitividad y beneficio no es un modelo de negocio aceptable o aprovechable.

Debemos ser capaces de explicarles cómo pueden ayudar a crear una sociedad mejor, como puede beneficiarles hacerlo y  crear la tecnología que les permita trasladar nuestro expertise a su nivel  de ejecución para poder  intervenir no sólo sobre sus organizaciones y delegaciones sino también sobre sus cadenas de suministro a nivel nacional e internacional.

En definitiva, ¿podemos conseguir que la explotación infantil no sea rentable y que luchar contra ella sí lo sea? La respuesta es sí  y quién mejor para hacerlo que  el mundo empresarial.