De un tiempo a esta parte vemos que mientras que la crisis ha cambiado brusca y drásticamente el entorno mundial, por regla general, al tercer sector le cuesta asimilar el cambio y orientarse hacia la nueva realidad que se postula tras todas las restricciones y dificultades económicas. Este hecho se hace especialmente dramático en lo que atañe a la financiación que en la mayoría de los casos, procede de administraciones públicas muy afectadas por los recortes, pero no solo la financiación pública está sufriendo la recesión, también la que tiene origen en las aportaciones y donaciones de organizaciones privadas o empresariales, se ve directamente afectada por la coyuntura actual.

Si echamos un vistazo a los sistemas de financiación tradicionales tenemos que en la actualidad:

1. Las Administraciones Públicas han recortado sus partidas destinadas a acción social  y cooperación internacional (2.300 millones menos en partidas sociales y 71% menos en cooperación al desarrollo comparado con 2011, solo teniendo en cuenta las partidas procedentes del gobierno de España) hasta porcentajes muy elevados respecto al año anterior. Por otro lado, no solo sufren los proyectos que se han quedado sin subvención sino también los que la tienen aprobada pero que no están recibiendo los fondos por problemas de tesorería, lo que origina a su vez que lo que  desde la administración aparezca como una tensión de la tesorería, para muchas organizaciones del sector, sea una implacable cuenta atrás, y no nos estamos refiriendo solo a las pequeñas organizaciones.

2. Entidades privadas como fundaciones y obra social: las partidas destinadas desde las primeras, cuyos fondos han tenido una desaparición directamente proporcional a la desaparición de los beneficios de sus patrocinadores, han descendido a mínimos  y en el caso de los segundos, nada de lo que podamos aportar,  superará a las noticias que aparecen en los medios.

3. Empresa privada: se sostiene el interés de la sociedad y de los consumidores en un modelo de empresa socialmente responsable, sin embargo la crisis implica un descenso de los beneficios que incide directamente en que las partidas que puedan ser interpretadas desde las entidades empresariales como “a fondo perdido” desaparezcan. En estos momentos hay disponibilidad para inversión no para más gasto, por lo que las partidas invertidas deben sumar para que sea viable.

4. Socios, padrinos, donaciones…. cada vez más difícil y más caro generar nuevos donantes y teniendo en cuenta que la fidelización no es un concepto prioritario frente a la captación (¿cuántas unidades de captación de fondos y cuantas dedicadas a mantener a nuestros clientes?, ¿cuántos recursos destinados a captación y cuantos a fidelización?). Los colaboradores que ya existen y no se ven afectados por la crisis, tienen multioferta, no solo desde opciones tradicionales sino desde nuevas formas de colaboración (crowdfunding…).

Sin querer entrar en debates éticos o de políticas públicas, lo que si parece claro es que la financiación masiva desde la administración ha generado una dependencia en las entidades del Tercer Sector, hasta el punto de que ahora que los recursos se han limitado y peligra su supervivencia, no estamos viendo acciones firmes que exploren otros caminos,  y si muchas peticiones y acciones conjuntas para pedir marcha atrás en los recortes.

Parece como si el sector no pudiera o se resistiera a abandonar esa dependencia. Desde el propio sector, en menor o mayor grado, se reconoce la necesidad de encontrar nuevas fuentes de financiación y de la necesidad de cambiar algo, pero todo se torna diferente si esas fuentes implican cambios en las propias entidades. El sector sigue a la espera de la solución de siempre, en forma de fondos procedentes de alguna partida de la administración, que permita el mantenimiento del status quo, a cambio solo ajustándose el cinturón hasta que vengan épocas mejores. En este sentido, se producen algunas iniciativas (la marató de la pobresa por ejemplo) muy loables por generar una importante partida de recursos para los proyectos que se presentan, pero también útiles porque nos dan tiempo para preparar la independencia y la emancipación de los sistemas tradicionales porque, todo apunta a que la financiación estándar, especialmente la procedente de la administración, jamás volverá a ser lo que era, por lo que el proceso es imparable, se quiera o no el sector se va a encontrar con que la administración va a impulsar la autonomía económica de las entidades.

¿Está preparado el sector para este cambio? Es obvio que no; necesita crecer, fortalecerse, ser más flexible y cambiar determinadas maneras de planificar, operar, gestionar y presentarse en sociedad. Pero lo más importante es darse cuenta de que esto no supone riesgo de sacrificar la visión que guía a las entidades, ni el fin del mundo como se le conoce, solo el modo de alcanzar el objetivo de autonomía económica.

Es una realidad que el cambio asusta y que el primer freno para el cambio es el miedo. Es un hecho que se vive con frecuencia en el sector empresarial, en los procesos de cambio organizacional o cultural, por lo que contaríamos con herramientas para trabajar la transición al nuevo escenario.

Creemos que el Tercer Sector puede hacerlo y debe ser el primero en creer en su valor y potencial para evolucionar y crecer. Debe trabajar su emancipación respecto de las administraciones públicas y creemos que esto ocurra no es sólo realista sino interesante para todos: administración pública, entidades y beneficiarios.

No va a ser fácil, ni todos estarán en el final del camino, pero es posible y para lograrlo es necesario trabajar desde todos los puntos en esa dirección: contar con el apoyo real de la administración, preparar el fortalecimiento de las entidades para afianzar su crecimiento y viabilidad en un entorno abierto de financiación, incrementar el relacionamiento con otros sectores, afianzar la política de alianzas reales, establecer sinergias y centros de recursos compartidos… Y desde luego ser conscientes de que detrás de toda entidad, hay una misión y una responsabilidad asociada, y que la consecución de esta misión es la mejor razón para el cambio.