Política- ficción: ¿pueden las administraciones públicas privatizar la inversión social  y generar  negocio social, puede éste ser eficiente y responder a la  necesidad social y a la vez generar beneficio empresarial?

Los servicios sociales responden a  atención, protección y desarrollo de sectores e individuos desfavorecidos, dependientes o desintegrados de la sociedad, que por sus propios medios no pueden atender sus necesidades ni alcanzar un rol integrado en la sociedad. Dicho de otra manera, los servicios sociales se dedican a prevenir, paliar o corregir desajustes entre lo que las personas son capaces de hacer autónomamente en la vida cotidiana y las redes familiares o comunitarias a las que pertenecen y que les dan apoyo.

Tradicionalmente es una función desempeñada desde las administraciones públicas que o asumen directamente la prestación o en algunos casos, subcontratan la parte más operativa, reservándose el papel regulador y el diseño y aplicación de políticas para tratar este ámbito. Lo que no cambia es el rol de garante del derecho de los ciudadanos de acceder a estos servicios. El hecho de ser una cobertura social para personas que no son atendidas desde otros ámbitos y el incremento de la exigencia social sobre los individuos y por tanto el aumento de los “descolgados” del  sistema social, ha fomentado el  traslado de su rol de atención, reconducción e integración social hacia otro papel más asistencial, lo que necesariamente ha incrementado la carga económica destinada y difuminado  el rol original de reconducción e integración. La crisis actual hace que el número de personas afectadas aumente y que las administraciones dispongan de menos recursos, para hacer más.

Ante esta problemática, y teniendo en cuenta que difícilmente las partidas económicas van a aumentar, surgen varias posibles rutas de trabajo, mantener el status quo y continuar hasta donde los recursos lleguen, disminuir o eliminar las prestaciones en general, incrementar impuestos, externalizar servicios a la empresa privada, confiar en los sectores no gubernamentales para que asuman los servicios que dejan de ser atendidos… Quizá de estas, la mejor alternativa es la última, sin embargo, mayoritariamente,  la financiación de esas organizaciones procede de la administración pública, por tanto o se habilitan nuevas fuentes de financiación o el problema retorna al origen.

Atendiendo a otra posible solución, ¿Es posible privatizar los servicios sociales sin pervertir su naturaleza?, la respuesta sencilla es, no lo es, al menos tal como se plantea desde sectores neoliberales: No es posible externalizar una actividad económicamente no viable y esperar que la “mejor” gestión privada permita generar beneficios que mantengan no solo la viabilidad de esas empresas, sino también el espíritu social que las guía. Es una manera de fomentar la desatención basada en puro economicismo y olvidar la responsabilidad como administración pública. Ejemplos de proyectos fallidos los podemos encontrar en privatizaciones de la sanidad e incluso en los servicios sociales de países considerados altamente desarrollados.

¿Es posible hacerlo de otro modo? ¿es posible compartir el esfuerzo e implicar a los stakeholders, y pagar más pero no solo por la atención sino por soluciones,  no por asumir gestión o liberar al estado del compromiso social (algo afortunadamente  imposible en nuestra manera de ver  las cosas) sino por obtener resultados sociales positivos? Habilitar mecanismos de financiación privados que están funcionando en proyectos sociales y usar  lo mejor de dos mundos: privatizar las operaciones y la gestión pero mantener la regulación y el control sobre el servicio público, premiando los objetivos, es decir pagando intereses por los resultados conseguidos, no solo por la atención prestada a un menor coste (que es el modo usual de acceder a servicios privatizados, el  beneficio económico para la empresa privada sale de reducir los costes operativos, lo que necesariamente repercute en el servicio prestado al usuario), conservando el espíritu del servicio social que presta la administración.

Si esto es posible,  externalizar  la operativa e invertir en un modelo basado en resultados sociales,  no económicos, estos vendrán después  en la medida que la carga social disminuye, no antes por recortes. Privatizar no implica desentenderse, sino buscar la mejor solución.

Mayor pago implicaría mayores resultados, es decir mayor porcentaje de personas retornadas al circuito estándar y alejadas de la asistencia por no necesitarlo, no por desaparecer los recursos asignados a sus programas,  lo que indudablemente significaría menores costes en los años siguientes y por tanto disminución de las partidas de coste social. Por tanto la administración no desatendería su responsabilidad social, sino que únicamente cambiaria la técnica.

Los financiadores pueden anticipar y aportar la inversión si hay posibilidad de obtener beneficio, que, nunca será como los productos de alto riesgo y alto beneficio, sino más parecido a las inversiones de largo plazo, bajo riesgo y bajo beneficio, pero también con réditos sociales, productos que también tienen un lugar dentro del mercado de inversión.

La clave final está en los operadores, los encargados de llevar a cabo esos proyectos y de conseguir  los resultados esperados en la  finalidad social, los emprendedores sociales y organizaciones que están orientadas a resultados y que pueden demostrar los resultados de su intervención, sin recurrir solo a argumentos de mejor gestión económica, sino a su capacidad para conseguir cada uno en su medida, resultados de integración y utilidad social.

No es únicamente una ficción, este sistema, se está probando en múltiples proyectos sociales en UK y Australia. Quizá no sea posible o resulte ofensivo desde una perspectiva de la existencia de servicios ineludiblemente públicos, sin embargo, los recursos decrecen y las necesidades aumentan y las únicas soluciones visibles que aplica la administración pública son los recortes en las prestaciones y partidas para organizaciones sociales e incremento de los impuestos.

 Éste puede ser el momento de probar caminos alternativos.